El asesinato de seis sacerdotes jesuitas, su ama de llaves y la hija de ésta el 16 de noviembre de 1989 por el Batallón Atlacatl de las Fuerzas Armadas salvadoreñas condujo al final de la guerra civil en El Salvador e impulsó la búsqueda de verdad y justicia por parte de las víctimas. Tras 30 años buscando justicia y 10 años de litigio, la Audiencia Nacional de España juzgará al ex coronel y viceministro de Seguridad Pública, Inocente Orlando Montano empezando el próximo 8 de junio de 2020. Montano está acusado de asesinato terrorista por su participación en la decisión de asesinar a los padres jesuitas. El Centro Guernica para la Justicia Internacional (The Guernica Centre for International Justice), -parte del Grupo Guernica- y sus colegas en Madrid, dirigirán la acusación en nombre de las víctimas. Este juicio representa un momento clave para la jurisdicción universal, la rendición de cuentas como un elemento crucial en los procesos de justicia transicional y el derecho penal internacional.
De 1979 a 1992, el ejército salvadoreño instauró un régimen de terror y represión contra la población civil, mientras libraba una sangrienta guerra civil contra el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN). Los sacerdotes jesuitas de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA), abogaron siempre por el fin de la guerra mediante una solución negociada y pacífica y condenaron abierta y repetidamente las violaciones de derechos humanos cometidas por las Fuerzas Armadas y las Fuerzas de Seguridad de El Salvador.
Después de la masacre de 1989, la comunidad jesuita y los familiares de las víctimas comenzaron a buscar verdad y justicia. La Comisión Interamericana de Derechos Humanos investigó el crimen a solicitud de grupos salvadoreños, al igual que una Comisión del Congreso de Estados Unidos. Al final del conflicto, Naciones Unidas patrocinó una Comisión de la Verdad encargada de investigar crímenes de guerra, crímenes contra la humanidad y otras violaciones de derechos humanos cometidas durante el conflicto armado. Si bien el Informe de la Comisión de la Verdad recordó a las autoridades salvadoreñas su deber de investigar y enjuiciar los delitos de conformidad con el derecho internacional, en 1993, el legislativo salvadoreño aprobó una Ley de Amnistía General, que funcionó como un instrumento de impunidad y eliminó la posibilidad de cualquier investigación o enjuiciamiento de crímenes cometidos durante guerra. A pesar de la Ley de Amnistía, los esfuerzos por buscar justicia nunca cesaron. El entonces director del Instituto de Derechos Humanos de la UCA (IDHUCA), Benjamín Cuellar, presentó una denuncia ante tribunales salvadoreños en nombre de las víctimas; aunque en un primer momento el Tribunal Supremo se pronunció de manera favorable, el caso, lamentablemente, nunca llegó a juicio.
Imagen: Robert Lassalle-Klein, "'Blood &Ink'-UCA Martyrs Photo Archive," archivo personal, 16 de enero de 2020.